viernes, 14 de agosto de 2020

"Rehenes" del Lautaro

 

“REHENES” DEL LAUTARO

 

Por Gustavo González Rodríguez

 

Fue en 1991. Un equipo de la cadena 2 de la Radio Televisión Italiana (RAI-2) vino a Chile para hacer un extenso reportaje sobre el gobierno de Patricio Aylwin. Me encargaron apoyar su labor desde la agencia de prensa internacional en que trabajaba, junto a un equipo contratado localmente. De la RAI-2 vinieron Marco, el periodista, y Fabrizio, un joven camarógrafo. Antonia, una italiana residente en Chile, colaboró como entrevistadora. La parte chilena se completó con Jorge como sonidista, Alejandra —una linda y simpática veinteañera— a cargo de la producción, y Mario, el chofer de la van.

            Un trabajo arduo, entretenido y apasionante de unas dos semanas. El equipo ítalo-chileno se ensambló perfectamente y muy pronto fue notoria la “química” entre Alejandra y Fabrizio.

Mi tarea consistió en conversar con Marco aspectos de la realidad nacional, especialmente en términos políticos, que contribuyeran a explicar las características de la naciente transición, para armar así una extensa lista de entrevistados y de lugares donde filmar. También me correspondió elaborar perfiles de los personajes escogidos, hacer listas de preguntas y, en la mayoría de los casos, contactarlos.

            El presidente Aylwin, el entonces senador Gabriel Valdés, el también senador y ex ministro de la dictadura Sergio Onofre Jarpa, fueron tal vez las figuras más relevantes que hablaron para la RAI-2. El pinochetismo duro estuvo representado por el coronel Cristián Labbé. Se filmó en la Vicaría de la Solidaridad donde entrevistamos a Carmen Gloria Quintana, en la Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, con Sola Sierra, y en la Central Unitaria de Trabajadores con Manuel Bustos y Arturo Martínez. Carmen Hertz fue otra de nuestras interlocutoras, en tanto abogada de derechos humanos y viuda de Carlos Berger. La conversación con Carmen Gloria Quintana conmovió profundamente a Marco como testimonio de primera mano de los horrores de la represión durante la dictadura.

            Las oficinas de mi agencia estaban situadas entonces en el Pasaje Phillips, en pleno centro de Santiago, frente a la Plaza de Armas. Allí se hicieron varias de las entrevistas, así como las sesiones de trabajo para su preparación. Era un departamento amplio, de varios ambientes, cuyo arriendo era compartido con otra empresa de comunicaciones que poco antes había decidido mudarse. Quedaron así temporalmente a nuestra disposición –mientras se buscaban otros arrendatarios– dos espaciosas salas con un mínimo amoblado, donde instalamos en ocasiones el set de filmación para la RAI-2.

            El extenso reportaje avanzaba, pero advertimos que tenía una “pata coja”. Para completar la visión panorámica de los distintos actores políticos y sociales faltaba la voz de la extrema izquierda marginada de la transición y que seguía apostando a la lucha armada. En ese sentido, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria habían dejado ya de ser actores relevantes, divididos internamente y en un mayoritario tránsito de abandono de la insurgencia. Quedaba el Movimiento Juvenil Lautaro, más conocido como el Mapu-Lautaro, creado en 1982 por Guillermo Ossandón y que desde fines de los años 80 venía protagonizando atentados, asaltos y otras acciones calificadas de terroristas por las autoridades.

            A través de un colega periodista logramos establecer contactos y hacer llegar a la cúpula del Lautaro el interés de la televisión italiana de entrevistar a alguno de sus dirigentes. Fue así como una tarde apareció por mi oficina un hombre de mediana estatura, cuya principal característica era un abundante bigote negro. Se identificó con un nombre que seguramente era una “chapa” y dijo ser el encargado por la dirección de su partido de hacer la entrevista. Obviamente le dimos todas las garantías necesarias sobre resguardo de su identidad para los efectos de la filmación. Acordamos reunirnos en el mismo lugar tres días después.

            Acudió puntualmente a la cita, pero no vino solo, sino con tres acompañantes. Los esperábamos con Marco, Antonia y todo el equipo de filmación, además de Alejandra, que incluso había dispuesto café y galletitas. Los lautaristas traían dos bolsos deportivos de respetable tamaño. Apenas ingresamos a la sala donde Fabrizio había instalado el trípode con la cámara y las luces, procedieron a cerrar herméticamente las ventanas y sus postigos. Con destreza, desplegaron en la pared la bandera del Lautaro, de un intenso verde con una estrella roja. A continuación, extrajeron de los bolsos pasamontañas y casacas de camuflaje militar. Por último, el jefe del grupo sacó un fusil ametralladora y sus acompañantes sendas pistolas.

            Quedamos estupefactos. El encuentro adquiría un giro no previsto, insólito. Tuvimos una primera reacción de extrañeza, que dio paso a un humor que tal vez disimulaba temores de parte nuestra. Solo cabía reaccionar con calma y asumir la situación en que los entrevistados pasaron a rayar la cancha.

            Así, en un tono educado, pero perentorio, el hombre de los grandes bigotes nos dijo que la decisión partidaria era dar la entrevista en ese ambiente “de combate” y nos advirtió que las armas venían convenientemente cargadas, porque si ocurría algo inesperado (es decir un cerco o una irrupción policial), “vamos a salir de aquí a tiros y llevándonos a dos o tres de ustedes”.

            “¡Qué emoción, vamos a aparecer en las noticias…!”, me comentó Alejandra, entre divertida y nerviosa. El resto del equipo aceptó con estoicismo estos forzados términos fijados por el dirigente, mientras él y dos de sus acompañantes se colocaban los pasamontañas y se vestían con sus atuendos rebeldes. Instalaron tres sillas con la bandera como fondo y el jefe se dispuso a responder las preguntas con el fusil ametralladora cruzado sobre su pecho, flanqueado por sus silenciosos ayudantes, que empuñaban también sus pistolas frente a la cámara.

            Mientras se filmaba la entrevista me instalé dos salas más allá, en mi oficina, con el cuarto miembro del grupo, un joven callado que no se disfrazó y que también estaba armado. Nunca supe si su misión era vigilar el entorno o vigilarme a mí. El caso es que permaneció enfrascado en la lectura de los diarios, mientras yo trataba de concentrarme en otras tareas de mi trabajo en la agencia. Fue una interminable hora, con un momento de gran nerviosismo: sonó el teléfono y al otro lado de la línea una voz se identificó como técnico de Entel, aclarando que llamaba por trabajos de verificación del buen estado de las líneas. Con la adrenalina al tope, le conté a mi ocasional acompañante el detalle de la llamada y no hizo ningún comentario. Supongo que era una especie de señal acordada por los propios lautaristas. Pero por momentos temí que se tratara de un seguimiento policial a los insurgentes y que probablemente irrumpieran en la oficina agentes camuflados como técnicos de telecomunicaciones.

            Al terminar la entrevista y nuevamente con sus atuendos “civiles”, el dirigente del Lautaro y sus acompañantes se despidieron agradecidos, aunque le hicieron prometer a Marco que les enviaría desde Italia el registro completo de la filmación.

            Algunas semanas después Marco me llamó desde Roma para avisarme que me había despachado un video por DHL. De paso, entre divertido y enternecido, me contó que Fabrizio estaba viajando nuevamente a Chile “per affari del cuore”.

            En aquellos años, antes de la existencia de los DVD, se grababa en VHS y había incompatibilidades para su reproducción entre el sistema europeo y el estadounidense. En Europa predominaba la norma PAL y en América la NTSC. Como el video venía grabado en PAL era imposible visualizarlo y recurrí a un amigo camarógrafo para pedirle que me hiciera una copia en el sistema local. No le advertí del contenido y literalmente se asustó al ver la filmación de los “terroristas” del Lautaro con su despliegue armado. Procedió a destruir el video…

            El 10 de enero de 1992 se informó de la detención del segundo jefe nacional del Movimiento Juvenil Lautaro. Su nombre: Bernardo Acevedo Lagos, alias “el Mexicano”, histórico militante del Mapu desde la época de la Unidad Popular y fundador del Lautaro en 1982 junto a Ossandón. Las fotos publicadas por la prensa reproducían el rostro de quien había sido nuestro entrevistado para el reportaje de la RAI-2.

            Acevedo fue juzgado bajo cargos de asociación ilícita terrorista, robo con violencia y se le involucró también en el asesinato del prefecto Héctor Sarmiento, jefe de la policía civil de Concepción. Fue condenado inicialmente a cadena perpetua. Las informaciones más actualizadas sobre él, rastreadas en Internet, indican que en el año 2009 se le concedió el beneficio de libertad diurna.

            No volví a saber de Alejandra y Fabrizio. Sospecho que vivirán en Italia y que de vez en cuando recordarán las anécdotas del reportaje sobre Chile para la RAI, en especial aquella entrevista en que fuimos “rehenes” periodísticos del Lautaro.

 

(Escrito el 6 de junio de 2017)

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