lunes, 25 de diciembre de 2006

Comentario Presentación "Augusto, fue un gusto..."

EL PINOCHETISMO Y "AUGUSTO III"

A propósito de la presentación "AUGUSTO, FUE UN GUSTO ...Y UN SUSTO TAMBIÉN"

Por Gustavo González Rodríguez
Por azares de la profesión periodística y la vida, el martes 11 de septiembre de 1973 me encontraba en Quito. Desde el mediodía, las informaciones sobre el golpe de Estado en Chile tuvieron como principal vehículo de difusión a las radioemisoras, que se nutrían a su vez de despachos de agencias internacionales y eventualmente de un dificultoso enlace telefónico con radios chilenas o algún entrevistado en Santiago. Recién en la noche del miércoles 12 fue posible ver por los canales ecuatorianos las escenas en blanco y negro enviadas por el Canal 13 que daban cuenta del bombardeo de La Moneda y la instalación de la Junta Militar de gobierno, con la imagen que se haría clásica de un Augusto Pinochet de lentes oscuros que amenazaba con barrer cualquier conato de resistencia y dar el vamos a una obra restauradora que –acotaba otro golpista, el general Gustavo Leigh– tendría como objetivo fundamental el de "extirpar el cáncer marxista".
La presentación que aquí se comenta no es solo una excelente recopilación de los eventos centrales que rodearon la muerte del ex dictador el 10 de diciembre (Día Internacional de los Derechos Humanos) y sus funerales, sino también una muestra de los avances científicos y tecnológicos que, a más de 33 años del golpe de Estado, permitieron seguir "en vivo y en directo" desde todo el mundo este acontecimiento. Así, en "Augusto fue un gusto..." encontramos una completa recopilación del seguimiento que hizo la prensa escrita de América Latina, Estados Unidos y Europa y al mismo tiempo, gracias en buena medida a YouTube, con videos que dan cuenta de los episodios centrales de los funerales y que también rescatan viejas filmaciones de Pinochet y su esposa, como aquel en que entrevistados por un medio francés teorizan y pontifican acerca de la felicidad.
¿Qué ha cambiado desde 1973 a hoy? Sin duda, la tecnología de las telecomunicaciones, convertida en ingrediente centralísimo de la globalización, marca un abismo entre las coberturas del golpe y de la muerte y los funerales del dictador. Pero es un abismo sobre todo formal, en que la instantaneidad de las imágenes acerca a televidentes e internautas de todo el mundo a un hecho que no por esperado dejó de lanzar toda una carga simbólica.
Guste o no, quien falleció el 10 de diciembre fue el personaje central de la historia de Chile en las tres últimas décadas del siglo XX. En la dictadura se refundó el Estado chileno, se cambiaron profundamente las bases del sistema económico y se intentó instalar una democracia autoritaria, con las Fuerzas Armadas como garante, que de hecho nos rigió por lo menos hasta 1998, mientras Pinochet fue comandante del Ejército, y de la cual aún quedan muchos resabios. Personaje fundamental del último tercio del siglo XX, el propio Pinochet marcó la transición al nuevo milenio, mientras su talante de pretendido estadista se comenzaba a diluir desde su arresto en Londres en 1998, para dar paso, primero, al violador persistente y solapado de los derechos humanos y luego, desde agosto de 2004, al gobernante más corrupto que ha tenido este país, con las revelaciones de sus cuentas secretas en el Banco Riggs y otras casas financieras.
A muchos jóvenes, incluyendo a los autores de la exposición y a Mateo, mi hijo menor (23 años), les sorprendió tanto el revuelo mediático como la polarización en torno al cadáver de Pinochet. El despliegue del pinochetismo aparece como el último estertor de un movimiento en el cual algún momento quiso reciclarse el conservadurismo y el clasismo de un sector no despreciable de Chile con su profundo anticomunismo. Un movimiento que no se formalizó porque el propio Pinochet carecía de estatura política para liderarlo. Y es que este general, taimado y a la vez astuto, supo navegar entre las cúpulas del poder militar, pero en política y economía no fue más que una figura funcional a los gremialistas y a los Chicago Boys. Los primeros, con su proyecto neoconservador en la concepción del Estado, los segundos con el neoliberalismo como estandarte en la organización económica. Unos y otros se encontraron en un maridaje que solo podía ser consumado gracias a unas Fuerzas Armadas encargadas de la tarea sucia, que removieran desde la raíz los estorbos de los partidos de izquierda, los sindicatos, la teología de la liberación, los movimientos de derechos humanos y cualquier otra manifestación a contra corriente del modelo que se debía implantar a sangre y fuego.
¿Qué queda ahora entre las cenizas de Pinochet? Quedan las alternativas del funeral en que los leales de siempre al ex dictador, como el cura Raúl Hazbún, el diputado Iván Moreira y el columnista Hermógenes Pérez de Arce, pudieron desprenderse transitoriamente de su rol pintoresco para convertirse en portavoces de una suerte de masa (a ratos horda) pinochetista reciclada. En medio de ellos emergió el ahora ex capitán de Ejército Augusto Pinochet Molina, bautizado prontamente como "Augusto III".
"Mi abuelo fue un dictador, claro que lo fue". Con esta proclama en una entrevista con El Mercurio el domingo 24, el nieto trazó un ejercicio de sinceramiento que los apologistas de Pinochet no han querido hacer. A la vez, según dijo en esa misma entrevista, podría tentarse por una carrera política en las filas de la Alianza por Chile. Ojalá lo intente, porque sería un buen barómetro sobre la vigencia del pinochetismo. Después de que Alessandra Mussolini se colgara de la odiada figura de su abuelo para liderar un renacer en pequeña escala del fascismo en Italia, puede pasar algo parecido en Chile.

No hay comentarios: