“REHENES”
DEL LAUTARO
Por
Gustavo González Rodríguez
Fue
en 1991. Un equipo de la cadena 2 de la Radio Televisión Italiana (RAI-2) vino
a Chile para hacer un extenso reportaje sobre el gobierno de Patricio Aylwin.
Me encargaron apoyar su labor desde la agencia de prensa internacional en que
trabajaba, junto a un equipo contratado localmente. De la RAI-2 vinieron Marco,
el periodista, y Fabrizio, un joven camarógrafo. Antonia, una italiana
residente en Chile, colaboró como entrevistadora. La parte chilena se completó
con Jorge como sonidista, Alejandra —una linda y simpática veinteañera— a cargo
de la producción, y Mario, el chofer de la van.
Un trabajo arduo, entretenido y
apasionante de unas dos semanas. El equipo ítalo-chileno se ensambló
perfectamente y muy pronto fue notoria la “química” entre Alejandra y Fabrizio.
Mi tarea consistió en conversar con
Marco aspectos de la realidad nacional, especialmente en términos políticos,
que contribuyeran a explicar las características de la naciente transición,
para armar así una extensa lista de entrevistados y de lugares donde filmar.
También me correspondió elaborar perfiles de los personajes escogidos, hacer
listas de preguntas y, en la mayoría de los casos, contactarlos.
El presidente Aylwin, el entonces
senador Gabriel Valdés, el también senador y ex ministro de la dictadura Sergio
Onofre Jarpa, fueron tal vez las figuras más relevantes que hablaron para la
RAI-2. El pinochetismo duro estuvo representado por el coronel Cristián Labbé.
Se filmó en la Vicaría de la Solidaridad donde entrevistamos a Carmen Gloria
Quintana, en la Agrupación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, con Sola
Sierra, y en la Central Unitaria de Trabajadores con Manuel Bustos y Arturo
Martínez. Carmen Hertz fue otra de nuestras interlocutoras, en tanto abogada de
derechos humanos y viuda de Carlos Berger. La conversación con Carmen Gloria
Quintana conmovió profundamente a Marco como testimonio de primera mano de los
horrores de la represión durante la dictadura.
Las oficinas de mi agencia estaban
situadas entonces en el Pasaje Phillips, en pleno centro de Santiago, frente a
la Plaza de Armas. Allí se hicieron varias de las entrevistas, así como las
sesiones de trabajo para su preparación. Era un departamento amplio, de varios
ambientes, cuyo arriendo era compartido con otra empresa de comunicaciones que
poco antes había decidido mudarse. Quedaron así temporalmente a nuestra
disposición –mientras se buscaban otros arrendatarios– dos espaciosas salas con
un mínimo amoblado, donde instalamos en ocasiones el set de filmación para la
RAI-2.
El extenso reportaje avanzaba, pero
advertimos que tenía una “pata coja”. Para completar la visión panorámica de
los distintos actores políticos y sociales faltaba la voz de la extrema
izquierda marginada de la transición y que seguía apostando a la lucha armada.
En ese sentido, el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria habían dejado ya de ser actores relevantes, divididos
internamente y en un mayoritario tránsito de abandono de la insurgencia. Quedaba
el Movimiento Juvenil Lautaro, más conocido como el Mapu-Lautaro, creado en
1982 por Guillermo Ossandón y que desde fines de los años 80 venía
protagonizando atentados, asaltos y otras acciones calificadas de terroristas
por las autoridades.
A través de un colega periodista
logramos establecer contactos y hacer llegar a la cúpula del Lautaro el interés
de la televisión italiana de entrevistar a alguno de sus dirigentes. Fue así
como una tarde apareció por mi oficina un hombre de mediana estatura, cuya
principal característica era un abundante bigote negro. Se identificó con un
nombre que seguramente era una “chapa” y dijo ser el encargado por la dirección
de su partido de hacer la entrevista. Obviamente le dimos todas las garantías
necesarias sobre resguardo de su identidad para los efectos de la filmación.
Acordamos reunirnos en el mismo lugar tres días después.
Acudió puntualmente a la cita, pero
no vino solo, sino con tres acompañantes. Los esperábamos con Marco, Antonia y
todo el equipo de filmación, además de Alejandra, que incluso había dispuesto
café y galletitas. Los lautaristas traían dos bolsos deportivos de respetable
tamaño. Apenas ingresamos a la sala donde Fabrizio había instalado el trípode
con la cámara y las luces, procedieron a cerrar herméticamente las ventanas y
sus postigos. Con destreza, desplegaron en la pared la bandera del Lautaro, de
un intenso verde con una estrella roja. A continuación, extrajeron de los bolsos
pasamontañas y casacas de camuflaje militar. Por último, el jefe del grupo sacó
un fusil ametralladora y sus acompañantes sendas pistolas.
Quedamos estupefactos. El encuentro
adquiría un giro no previsto, insólito. Tuvimos una primera reacción de
extrañeza, que dio paso a un humor que tal vez disimulaba temores de parte
nuestra. Solo cabía reaccionar con calma y asumir la situación en que los
entrevistados pasaron a rayar la cancha.
Así, en un tono educado, pero
perentorio, el hombre de los grandes bigotes nos dijo que la decisión
partidaria era dar la entrevista en ese ambiente “de combate” y nos advirtió
que las armas venían convenientemente cargadas, porque si ocurría algo
inesperado (es decir un cerco o una irrupción policial), “vamos a salir de aquí
a tiros y llevándonos a dos o tres de ustedes”.
“¡Qué emoción, vamos a aparecer en
las noticias…!”, me comentó Alejandra, entre divertida y nerviosa. El resto del
equipo aceptó con estoicismo estos forzados términos fijados por el dirigente,
mientras él y dos de sus acompañantes se colocaban los pasamontañas y se vestían
con sus atuendos rebeldes. Instalaron tres sillas con la bandera como fondo y
el jefe se dispuso a responder las preguntas con el fusil ametralladora cruzado
sobre su pecho, flanqueado por sus silenciosos ayudantes, que empuñaban también
sus pistolas frente a la cámara.
Mientras se filmaba la entrevista me
instalé dos salas más allá, en mi oficina, con el cuarto miembro del grupo, un
joven callado que no se disfrazó y que también estaba armado. Nunca supe si su
misión era vigilar el entorno o vigilarme a mí. El caso es que permaneció
enfrascado en la lectura de los diarios, mientras yo trataba de concentrarme en
otras tareas de mi trabajo en la agencia. Fue una interminable hora, con un
momento de gran nerviosismo: sonó el teléfono y al otro lado de la línea una
voz se identificó como técnico de Entel, aclarando que llamaba por trabajos de
verificación del buen estado de las líneas. Con la adrenalina al tope, le conté
a mi ocasional acompañante el detalle de la llamada y no hizo ningún
comentario. Supongo que era una especie de señal acordada por los propios
lautaristas. Pero por momentos temí que se tratara de un seguimiento policial a
los insurgentes y que probablemente irrumpieran en la oficina agentes
camuflados como técnicos de telecomunicaciones.
Al terminar la entrevista y
nuevamente con sus atuendos “civiles”, el dirigente del Lautaro y sus
acompañantes se despidieron agradecidos, aunque le hicieron prometer a Marco
que les enviaría desde Italia el registro completo de la filmación.
Algunas semanas después Marco me
llamó desde Roma para avisarme que me había despachado un video por DHL. De
paso, entre divertido y enternecido, me contó que Fabrizio estaba viajando
nuevamente a Chile “per affari del cuore”.
En aquellos años, antes de la
existencia de los DVD, se grababa en VHS y había incompatibilidades para su
reproducción entre el sistema europeo y el estadounidense. En Europa predominaba
la norma PAL y en América la NTSC. Como el video venía grabado en PAL era
imposible visualizarlo y recurrí a un amigo camarógrafo para pedirle que me
hiciera una copia en el sistema local. No le advertí del contenido y
literalmente se asustó al ver la filmación de los “terroristas” del Lautaro con
su despliegue armado. Procedió a destruir el video…
El 10 de enero de 1992 se informó de
la detención del segundo jefe nacional del Movimiento Juvenil Lautaro. Su
nombre: Bernardo Acevedo Lagos, alias “el Mexicano”, histórico militante del
Mapu desde la época de la Unidad Popular y fundador del Lautaro en 1982 junto a
Ossandón. Las fotos publicadas por la prensa reproducían el rostro de quien
había sido nuestro entrevistado para el reportaje de la RAI-2.
Acevedo fue juzgado bajo cargos de
asociación ilícita terrorista, robo con violencia y se le involucró también en
el asesinato del prefecto Héctor Sarmiento, jefe de la policía civil de
Concepción. Fue condenado inicialmente a cadena perpetua. Las informaciones más
actualizadas sobre él, rastreadas en Internet, indican que en el año 2009 se le
concedió el beneficio de libertad diurna.
No volví a saber de Alejandra y
Fabrizio. Sospecho que vivirán en Italia y que de vez en cuando recordarán las
anécdotas del reportaje sobre Chile para la RAI, en especial aquella entrevista
en que fuimos “rehenes” periodísticos del Lautaro.
(Escrito
el 6 de junio de 2017)